Aquella tarde de septiembre,
ella,
de belleza refulgente
y
ojos que hablan de amor,
apareció
subidamente.
Bondadosa
y llena de regocijo,
de
pasos firmes y resuelta
avanzó
indetenible hacia mí,
y
me miró con tanta ternura.
Con
inusitada rapidez,
su
delicada mano derecha
retiró
el barbijo de su rostro
de
encanto desbordante.
Me
abrazó efusivamente
como
a un niño ávido de calor;
yo
también la abracé fuerte.
Luego,
todo fue un sueño.
Me
beso en la boca, también lo hice,
y
besé lo que más amaba de ella
sus
lindos ojos, los amé y los amé…
Aún
absorto, sigo soñando con ella….
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