Amada mía,
fueron
tus labios rojos,
fueron
tus labios de rosa rosada
los
que con tantos besos locos
me
trastocaron el alma e
hicieron
te sientas amada
hasta
que ambos, delirantemente,
expugnamos
la cima del amor.
Amada
mía
junto
a ti, todo es fascinante,
tu
andar es poesía trastornante
irresistiblemente
provocadora,
divinamente
encantadora,
causa
de mis deseos incontrolables.
Dejar
de amarte es imposible,
hasta
en mis sueños no dejo de amarte.
Amada
mía,
de
los labios rojos y rosados
despleguemos
nuestras alas,
juntos
y libres remontemos
montañas,
mares y cielos;
atravesemos
el espacio etéreo
y
conquistemos otro mundo
para
amarnos indefinidamente.
Carlos Rafael
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